viernes, 23 de noviembre de 2012

Tres meses viviendo en Rovaniemi

  • Número de Auroras Boreales vistas: 0
  • Número de intentos para ver Auroras Boreales: 3 serios y muchas salidas al balcón
  • Número de caídas con la bici: 0
  • Número de veces en las que me he hartado de bici: tantas como las que me he subido a ella
  • Número de tortillas de patata: 3
  • Número de visitas: 2
  • Número de veces que he visto nevar: menos de una decena (¿esto es Laponia?)
  • Número de veces que me he resbalado con el hielo: infinitas (pero 0 caídas)
  • Número de veces que hemos ido de fiesta andando: demasiadas
  • Número de veces en las que he echado de menos mi sofá y mi tele: después de cada cena
  • Número de mails enviados: menos de los que debería…
  • Número de clases dadas en inglés a niños finlandeses: 4 (¡CUATRO!)
  • Número de veces que he comido reno: 4
  • Número de paseos en trineo tirado por reno: 1
  • Número de visitas a Santa Claus: 2
  • Número de veces en las que he escuchado villancicos antes de noviembre: 3 ó 4 (Aquí es Navidad todo el año)
  • Número de lavadoras puestas: 6 (hay dos lavadoras para 200 personas)
  • Número de veces que nos paran la secadora y tenemos que montar “el mercadillo del secado rápido” en nuestra casa: 1 (aprendimos la lección y ahora no nos despegamos de la secadora hasta que acaba el programa)
  • Número de veces que se nos han colado por el balcón: 2
  • Número de escobas que nos han robado: 1 (la única…)
  • Número de vasos robados en el Doris: 5
  • Número de competiciones internacionales de esquí: 1
  • Número de partidos de hockey sobre hielo: 1 (pero ganó el equipo de Rovaniemi)
  • Número de reflexiones sobre mi aprendizaje: he perdido la cuenta…
Por si os habéis perdido con tanto número... ¡el balance es positivo! En ningún otro lugar del mundo podría haber vivido todo esto.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Cosas de mamá

Cuando estás de Erasmus y tienes que hacer tú todo por ti misma te das cuenta de todas esas cosas que siempre te dice tu madre cuando estás en casa, pero que tú tiendes a  ignorar con mucha facilidad. Podría afirmar que todos, en algún momento de nuestra vida, experimentamos esta sensación. Mi momento ha llegado ahora y es cuando me he dado cuenta de muchas cosas. Aquí os dejo una lista que estoy segura de que irá creciendo.

  • “Hija, da la vuelta a los calcetines porque luego no se lavan bien en la lavadora”. Efectivamente, si no les das la vuelta, siguen estando sucios.
  • Echar agua a la taza del desayuno. Cuántas veces me habrá dicho mi madre que no dejase la taza del desayuno sin agua en el fregadero porque sino después era muy difícil quitar los restos de ColaCao. Aquí los restos son de O´boy, pero cuesta lo mismo quitarlos.
  • Limpiar las huellas de los armarios. Y es que de verdad están ahí. He necesitado 24 años y 3600 kilómetros de distancia para encontrarlas.
·        Dar la vuelta al colchón de vez en cuando. Más que nada, para que no se deforme. En este caso, la teoría estaba aprendida pero la práctica no ha funcionado, fundamentalmente porque no duermo en un colchón sino en una colchoneta. Pero el consejo sigue siendo igual de bueno.
·        Traerse botas de montaña a Laponia (y la ropa de esquiar). Sí, mi madre es muy sabia pensaréis. Y efectivamente lo es, pero eso es lo único que no he sacado yo de ella. Pues toda mi equipación de invierno se ha quedado en Madrid, donde el termómetro rara vez marca grados negativos.
·        Lavar una mancha antes de que pase el tiempo. Algo obvio. Pero cuando estás aquí, viviendo bajo mínimos y no tienes en tu poder KH7, ni sucedáneo. Ni tampoco la capacidad de tu madre para quitar manchas hasta de las vacas, es mejor que te laves la ropa en el momento en el que se mancha.
·        Escurrir bien la bayeta. Sí, porque si no la escurres bien, cada vez estará más grasienta. Pero escurrir no es sólo quitar el agua, prueba a frotar bien, ya verás cómo se queda mucho mejor.
·        Poner los trapos en lejía de vez en cuando. Mano de santo. Cuando el trapo huele mal o está muy sucio, no te lo pienses dos veces. Al fregadero con un poquito de lejía y se queda como nuevo.
·        Reciclar el aceite. Un bien muy valioso en nuestro país, pero muy caro en el extranjero. Tenemos la encimera llena de vasos de plástico con el aceite que nos va sobrando y que vamos reciclando. ¡Hasta para abrir cerraduras lo usamos!
·        Aderezar cada comida. De repente descubres que la comida, según viene del supermercado, no tiene ningún sabor. Y no dejas de preguntarte: ¿cómo es posible que en mi casa todo sepa tan bien? Especias. Esa es tu respuesta. Pero hay que saber bien cómo usarlas…
·        Congelar comida. Las cosas tienen fecha de caducidad, así que para no tener que ir a comprar día sí y día también, utiliza el congelador.
·        Las pelusas existen, no las ignores. Y además, no se recogen solas. Increíble, pero cierto. La escoba, mi mejor aliada.

Estoy segura de que cualquiera de vosotros podría añadir líneas a esta lista; así como de que estaréis de acuerdo conmigo al afirmar que la sabiduría de las madres es infinita.

sábado, 6 de octubre de 2012

Pyhä, por encima del Círculo Polar Ártico

Aquí, en Finlandia, las excursiones se consideran parte de la educación incluso en la etapa universitaria; así que, gracias a ello, viajamos hasta Pyhätunturi, una zona al noreste de Rovaniemi, como una ración más dentro de la asignatura “Introduction to the Arctic” (Introducción al Ártico).

Las advertencias nos indicaban que fuéramos preparadas para el frío, con ropa térmica y resistente al agua. Las previsiones eran de 5ºC de máxima, pero al menos la lluvia no estaría presente. Éstas y unas indicaciones más acerca de un trabajo de campo que teníamos que hacer eran toda la información con la que contábamos. Teníamos un escueto programa sobre la excursión, pero se olvidaba de detallar aspectos como el menú o cómo sería el sitio donde nos íbamos a alojar. Varias inquietudes que también guardamos en la maleta.

El lunes 24 de septiembre, sobre las 9 de la mañana, marchábamos en autobús toda la clase, junto con las dos profesoras que nos habían estado enseñando diferentes aspectos sobre el Ártico, la coordinadora del programa y el coordinador de estudios internacionales. A pesar de que muchos compañeros aprovecharan el trayecto para “descansar la vista” o “reflexionar con los ojos cerrados”, fue una oportunidad única de poder disfrutar del paisaje que ofrece este rincón de Europa de una forma diferente a cuando vas en bici.  Toda la taiga o, sencillamente, el bosque (forest) como ellos lo llaman, se presentaba ante nosotras de una manera espectacular. Además del precioso paisaje, algunas profesoras también se sirvieron del tiempo dentro del autobús para dar explicaciones sobre lo que estábamos viendo, sobre el clima y cómo la población hacía uso de tanta naturaleza.

La primera parada fue “Kopara Reindeer Farm”, una granja de renos. Nada más bajar del autobús pudimos percibir esa advertencia sobre la necesidad de llevar ropa térmica. ¡¡Menudo frío!! Pero las ganas de ver y fotografiar renos podían con todo. A pesar de que una de nuestras profesoras intentara captar nuestra atención por todos los medios para darnos algunas explicaciones sobre cómo son los renos, cómo viven y como sirven para fomentar la economía del país, los renos que paseaban a sólo centímetros de nosotros nos intrigaban mucho más. Además, cada uno de nosotros llevábamos un cubo con pienso para poder alimentarles. Sí, sí, lo habéis leído bien. Yo llevaba un cubo de pienso en la mano para alimentar a renos. Es que ni yo misma me lo creo todavía. Me costó atreverme, si os soy sincera, pero tras la insistencia de una de las profesoras, decidí lanzarme. Al fin y al cabo, pocas oportunidades más voy a tener en mi vida para poder dar de comer a un reno. Y no acaba aquí. ¿Sabéis cómo les di de comer? ¡¡Con mi propia mano!! ¡Sin guante ni nada, con la carne tocando sus babas! Muy fuerte.

Lo gracioso de todo esto es que, justo después de alimentar a los renos, nos alimentaron ellos a nosotros. Lunch time (hora de comer) a las 11.30 de la mañana. Menú: sopa de reno. Alucinante. Aunque he de decir, que aquí a cualquier cosa con caldo le llaman sopa. Este plato, en España, se habría llamado carne guisada. Teniendo en cuenta que no me gusta la sopa y que no soy muy amiga de la carne, puedo afirmar que la combinación no estaba del todo mal.

Después de la comida, nos encontrábamos de nuevo en el autobús rumbo a Pyhä-Luosto National Park, un parque natural. Esta estación comenzaba con una visita al museo y una presentación del parque. Y a continuación, una marcha por una de sus rutas para disfrutar de lo que la naturaleza ofrece en este clima y de lo diferente que es a todos los entornos naturales por los que me le rodeado a lo largo de mi vida. Mentiría si dijera que no fue cansada y algo dura, pero aún así, mereció la pena. Disfruté mucho de cada rincón. Además, teníamos que hacer un trabajo de campo que consistía en tomar fotografías de cosas que representaran al Ártico y cosas, que por el contrario, no lo hicieran. Me sirvió para ir con los ojos muy abiertos, muy despierta y atenta a cada detalle.

Hicimos una primera parada, antes de cumplir la mitad del camino, en un “fireplace”, que son lugares reservados para hacer fuego en medio de la naturaleza. Es una tradición finlandesa con la que todo el mundo aprovecha para tomarse unas salchichas a la brasa.

El camino continuó presentando diferentes formas y colores hasta llegar a la “meta”, una cascada natural entre dos pequeñas montañas. En ese punto, dos opciones de retorno al autobús: el camino largo, de unos seis kilómetros con unas escaleras horribles cuesta arriba; o el camino corto, de menos de tres kilómetros y mucho más sencillo. Adivinad cuál cogí. Sí, obviamente, el corto. A diferencia del resto de la clase, que decidió exprimir su capacidad física. Así que volví tranquilamente junto con cinco compañeras más y dos profesores hasta el autobús.

Al finalizar la marcha, la inquietud crecía, pues se acercaba el momento de conocer dónde íbamos a dormir y con quién. El coordinador de estudios internacionales se tomó la libertad de dividirnos por grupos en función del número de camas por habitación, aunque gracias a Dios, decidió dejarme con mi amiga Ana María y una chica australiana. Al llegar, las dudas se calmaron al darnos cuenta de que era un hotel que, de hecho, estaba bastante bien y que la habitación tenía hasta baño. Después de unos sándwiches hechos desde casa, de quitarnos las botas con las que llevábamos más de 12 horas y una caminata a cuestas y de una conversación en inglés sobre la enfermedad celíaca con nuestra compañera australiana, nos metimos en la cama hasta la mañana siguiente.

El día comenzó con un desayuno bien cargado y al estilo finlandés y enseguida nos pusimos en marcha, de nuevo. Esta vez nos tocaba dirigirnos a Suvanto Village, un pequeño pueblo con un valor histórico muy importante. Era el único pueblo que no había sido reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial, y conservaba las casas originales.

Desde Suvanto, a la mesa otra vez. Ya eran las 11,30 y tocaba comer. Fuimos a un centro de Formación Profesional (Vocational school, aquí) donde comimos un menú muy similar al que tenemos habitualmente en la universidad.

Y ya desde allí, nos trasladamos hasta nuestro último destino: Pirttikoski Hydro-electrical Power Station, una central hidroeléctrica. Con la cantidad de agua que hay aquí, este tipo de centrales son muy comunes y numerosas. Nada más llegar, nos tenían preparada una merienda (a las 14.00h) y una sala donde una de nuestras profesoras nos haría una presentación sobre la hidroelectricidad en general y esta central en particular. Y aunque toda la explicación fue bastante interesante, tengo que compartir con vosotros un detalle que nos hizo estallar en un ataque de risa a Ana María y a mí. Y es que, desde que llegamos a este pueblecito, estábamos preguntándonos cómo era posible que no hubiera pescado en los supermercados si estábamos en el Polo Norte. Pues bien, en esta central encontramos la respuesta. Y es que los peces se meten por los conductos que llevan hasta las turbinas. Por lo que hay mucha escasez de peces. Así que aquí, lo único que comen, es sushi.

Después de esta aclaración, nos llevaron hasta la central en sí y nos equiparon con cascos a todos. Nos estuvieron enseñando cómo eran las turbinas y los canales por los que pasaba el agua. También toda la maquinaria y la sala de control. 

Y, después de sentirnos ingenieros por unas horas, nos metimos en el autobús de vuelta a casa con la tarjeta de la cámara a punto de rozar su límite.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cómo conseguir la lista de la compra

Misión imposible. Sí, una auténtica misión imposible es intentar llenar la nevera y la despensa de nuestra pequeña casa de veinte metros cuadrados.

Todo comienza bien. Dedicas un tiempo a hacer una lista de todas las cosas que necesitas. Después haces una segunda lista de las cosas comunes que se necesitan para la casa. A continuación metes bolsas en tu mochila. Y, por último, dedicas varios minutos a mentalizarte de la paliza que supone salir a comprar.

Quizás penséis: “claro, una paliza, como para todos”. Puede ser. Es una paliza si tienes que ir en bici hasta un supermercado que está a cinco kilómetros de tu casa porque es el más económico. Es una paliza si no puedes comprar más de dos cartones de leche porque luego no puedes transportarlos. Es una paliza si tienes que recorrer cada esquina de dos supermercados para encontrar los productos más baratos. Es una paliza si haces esperar a más de cinco personas en la cola durante más de diez minutos porque no consigues meter las pocas cosas que has comprado en tu mochila y en una bolsa, que luego irá en la cesta de la bici y encima te entra tal ataque de risa que no puedes ni pensar en cómo colocar todo. Es una paliza (de estómago, esta vez) si sólo puedes comprar carne envasada o pescado congelado en pleno Polo Norte. Es una paliza (intelectual ahora) si tienes que intuir qué puede ser lo que pretendes comprar, porque todo está en finés, sueco o hasta chipriota antes que en inglés, francés o español, que son las tres lenguas internacionales. Es una paliza si en la vuelta a casa tienes que hacer más esfuerzos por que el manillar de la bici no decida llevar su propio camino que por pedalear.

Y todo esto sin olvidar las lindas cuestas, hacia arriba obviamente, porque sino, no serían lindas, que marcan el camino hasta nuestra casa.

Ahora bien, esta paliza compensa cuando llegas, colocas toda la comida en su sitio, ves que la nevera y la despensa están llenas (a pesar de saber que en una semana se volverá a repetir todo el proceso) y te tiras en la cama para recuperar el aliento. La aventura continúa cuando decides empezar a cocinar las cosas que has comprado, porque como ni siquiera sabías lo que era…no sabías lo que te podías encontrar al abrir el paquete. Cocinar es uno de los mayores entretenimientos aquí, en Kuntotie.

Sin duda alguna, una experiencia altamente recomendable. Ah! Y por si alguno lo había pensado, la realidad no tiene nada que ver con la imagen, es sólo para que vosotros sí que tengáis esa visión de mí haciendo la compra...

domingo, 16 de septiembre de 2012

The Freshmen experience

Quizás muchos no sepáis lo que significa “Freshmen”, yo tampoco lo sabía. Pero Google me sacó de dudas, y también sembró el miedo dentro de mí. “Novato”, eso es lo que significa. Y, asociado a ese término, las novatadas. Una parada más dentro de estos días de “Orientación” con los que hemos ido dando nuestros primeros pasos en la universidad. Y sí, después de una licenciatura y en mi tercer año de Grado de Magisterio, estaba dentro de la lista de novatos.
 
La imaginación empezó a correr y las piernas a temblar sólo de pensar en qué podía pasarnos. Las indicaciones eran: movie theme, take a toilet roll and some drinks and candies for tutors (temática de películas, llevar un rollo de papel higiénico y bebidas y dulces para los tutores).

Allí nos presentamos, sin disfraz pero con nuestro rollo de papel higiénico dentro del bolso, que aún sigo sin saber para qué servía. En el centro del pueblo, decenas de personas, agrupadas por facultades, esperaban ansiosos sus pruebas o retos. Aunque quizás ansiosa no era el mejor adjetivo para describir cómo me sentía yo…

Los tutores nos fueron guiando a todos hacia un parque y, después de gritar a todo pulmón el rincón del mundo del que procedíamos, nos mandaron colocarnos en un gran círculo desde el que haríamos el brindis de bienvenida. Quisieron hacernos creer que era un vaso de un licor finés, pero no, era un vaso de agua con una gotita de ese licor. Primera novatada.

Después de la primera ración de alcohol, nos separaron por grupos para llevar a cabo una serie de pruebas. La primera, una carrera de relevos llevando un pepino entre las piernas, sin poder utilizar las manos, tampoco para pasar el pepino a tu compañero… Al terminar la carrera, había que comerse el pepino. Sí, a todos nos resultó desagradable.

La segunda prueba consistía en elegir a un miembro del grupo que iría con los ojos vendados, mientras el resto del grupo le indicaba cómo encontrar una botella de vino escondida por una zona del parque. Una vez que encontrada, tenía que llevarla de vuelta al grupo y, entre todos, bebérnosla. Alcohol una vez más.

Las dos pruebas siguientes consistieron en hacer una pirámide humana con todos los miembros del grupo y en disfrazar a uno de nosotros con los pocos materiales que nos ofrecían. Un cúmulo de risas y de primeros contactos con estudiantes finlandeses.

La quinta prueba nos invitaba a más movimiento. Teníamos que conseguir una serie de objetos de una lista, entre los que se encontraban: un soldado, un condón, una estrella, una varita mágica, un animal, un instrumento musical, una anilla de una lata o algún objeto perteneciente a otra asociación. Nos pusimos en marcha y, tirando de originalidad, conseguimos todos los objetos. Pero antes de llegar al final del juego, nos quedaban dos pruebas más.

La penúltima, la más humillante. Típica prueba de campamento. Todos los miembros del grupo, colocados en círculo, tenían que pasarse una cuerda por debajo de la ropa interior en el menor tiempo posible. Prometo que vi cosas que jamás había visto antes, a pesar de estar entre “adultos” y de haber hecho esta prueba como monitora durante muchos años. Vi a gente desnuda, pero integral. Y a chicas en ropa interior sin pudor alguno. Vale, estábamos dentro de un edificio (perteneciente a la universidad y reservado sólo para fiestas), pero lleno de ventanales. Desde el exterior podíamos ver todo lo que estaba pasando dentro. Cierto es que la cantidad de alcohol acumulada en su cuerpo a estas alturas del juego ya era incalculable…

La siguiente prueba fue mucho más divertida. “Three things”, ese era su nombre. Colocados en círculo una vez más, había que lanzar a tu compañero de la izquierda una pregunta sobre tres cosas que le apetecía hacer en ese momento o lo que se te pudiera imaginar. A su vez, tu compañero tenía que responder las tres primeras cosas que se le vinieran a la cabeza y lanzar su pregunta a su compañero de la izquierda. Fue una mezcla entre finés e inglés, e incluso español, porque en momentos de nervios te sale tu lengua materna… Terminamos el juego bailando “La Macarena”, con eso lo digo todo…

Volvimos al centro del pueblo, donde esperaban el resto de grupos y todos los tutores, que ya se habían olvidado hasta de sus nombres y sus funciones por los tipos diferentes y cantidades insospechadas de alcohol que corrían por sus cuerpos.

Terminamos haciendo, por grupos, el juego de las películas y el recuento total de puntos que había acumulado cada grupo. Una vez proclamado el ganador y con el frío, asombro y cansancio almacenado dentro de mí, volví a casa.  

Esta ciudad y este país nunca dejarán de sorprenderme.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Comienza la universidad

Como si fuese el primer día de colegio, mi estómago estaba hecho un nudo y mis nervios a flor de piel antes de cruzar la puerta de la universidad. El frío que había pasado de camino, con la bici, ya se había quedado atrás. Al entrar, la imagen de “Madrileños por el mundo” vino enseguida a mi mente: allí estaban los percheros donde poder dejar el abrigo y las botas. Aún me cuesta imaginar cómo será todo esto cuando la nieve nos llegue a las rodillas y tengamos que descalzarnos para evitar la congelación de nuestros pies…

No tenemos muy claro hacia dónde tenemos que dirigirnos, pero unos simples post-its con forma de flecha, siempre tan útiles, nos van indicando el camino. Sí, aquí es. Hay un grupo de gente de nacionalidades muy diferentes, que aún no han empezado a mantener conversaciones. Sin duda, estamos en el sitio correcto. Aquí comienza la “Orientation week”.

Saludos del rector, palabras de bienvenida, presentación del profesorado y… ¡¡¡presentación individual de cada uno de nosotros!!! ¡Qué vergüenza! Al final, prueba superada, pero difícil evitar que tiemble la voz. Tour por la universidad, recogida de certificados y tiempo libre para comer. Sí, para comer a las 11 de la mañana. Quién nos iba a decir que cuando estábamos eligiendo el bocadillo, una de las ofertas más suculentas era… carne de reno. Igual que pasean por nuestro jardín, los filetean y los meten en bocadillos. Para que luego se quejen de lo que hacemos nosotros con el cerdo.

Ya con el estómago lleno, volvemos a la sala de  conferencias. Información práctica, avisos, asociación de alumnos y… el comité organizativo del ocio para los estudiantes Erasmus. Qué mejor manera de presentarse que poniendo fotos de estudiantes de fiesta, en biquini en la sauna o bebiendo en las tazas del desayuno (cosa muy común, por la falta de material de cocina…). La primera reacción: un ataque de risa. La segunda: un pensamiento: la idea de Erasmus=fiesta, ¿viene de casa o se fomenta desde la universidad de destino? Me resulta curioso que desde dentro de la propia universidad nos inviten a eso, mientras que, dentro de la misma sala, pero sólo unos minutos antes, nos habían estado animando a la responsabilidad y al esfuerzo.

Ya de camino a casa, mil sensaciones y pensamientos pasan por mi cabeza. Ganas de luchar, de esforzarme y de trabajar mucho. Ganas de aprender de cada persona. Ganas de disfrutar esta experiencia. Ganas de vivir MI ERASMUS.

jueves, 30 de agosto de 2012

La primera vez… de muchas

Estar aquí, de Erasmus, me lleva a pensar constantemente, a cada paso que doy: “esta es la primera vez que hago esto”. Y así es, es mi momento de hacer por primera vez muchas cosas.

De repente, me sorprendo a mí misma sobreviviendo sola en un piso; o yendo de fiesta en bicicleta luchando para que el viento no se lleve mi maquillaje.

Es la primera vez para decir “hola” (o “hello”) a toda la gente que me encuentro alrededor de mi urbanización, porque probablemente comparta con ellos experiencias únicas. Es la primera vez de abrirme, de ser yo misma, ante personas con las que, en otras circunstancias, no cruzaría una palabra.

Es la primera vez de muchas que espero se repitan a lo largo de estos cuatro meses de aventura. La primera de muchas experiencias inolvidables.

lunes, 27 de agosto de 2012

Bienvenidos a Rovaniemi

Si sientes que el frío invade tu cuerpo en pleno mes de agosto, estás en Rovaniemi. Si todo lo que ves alrededor de ti es tundra, estás en Rovaniemi. Si ves amanecer a las 3,30h de la mañana, estás en Rovaniemi. Si ves pasar renos paseando por tu jardín, estás en Rovaniemi. Si vives en un piso de 20 metros cuadrados y tienes que ir en bici con un cubo de fregar, una fregona y una escoba, eres un estudiante Erasmus en Rovaniemi. Bienvenidos al Polo Norte. Bienvenidos a Laponia. Bienvenidos a Rovaniemi.